Y AL FIN EL AMOR ES TODO
No oscurece la noche por la ansiedad de la luna.
No malgastes la luz por el día,
permanece en esa claridad
que quiero verte mientras viva.
Sólo un puñado de rosas me dirá
la verdad que ese perfume no se olvida.
Una sonrisa clara, ¡un te quiero!,
da luz para toda la vida.
Siento ese nerviosismo dentro,
ese destello, esa pizca de sal,
en la dulzura que cicatriza la herida
un quemor dentro que hace palpitar.
Eso es la única solución
para poder continuar.
Es injusto muchas veces,
otras, te paga por demasía.
Algunas, uno no se
merece,
ese cosquilleo de alegre rebeldía.
Entretanto,
la Luna emerge en la penumbra oscura y baldía.
Las tinieblas sordas y a la vez mudas,
sacan sus pendones de victoria.
Cordiales se abrazan luz y amor,
que no se olvidan, que el uno sin el otro,
no existe ese roce, ese que sólo sé yo.
Tiritando,
el amor que no se olvida,
entre roncos y fulminantes rayos
de enormes tormentas nacidas,
se adueña del silencioso valle.
¡Calla! Firmamento inmenso.
¡Calla! De una vez, noche mía.
Yo me encuentro con mi amada,
no temo a nada,
es mi escudo mientras viva.
Lucharé por sencillez en un mar extenso,
donde dragones que vomitan perrerías,
arremeten las mentiras,
de una verdad que merece ser oída.
Lo que de ella quiera que diga.
Y al llegar el alba,
la noche se esconde en su guarida.
Callada, silenciosa, por el contrario,
la algarabía, el ruido llega,
entre cantos y un sin vivir,
que no sé dónde escribiría.
La margarita con sus gotas de rocío
deslizándose por sus pétalos,
como corren las lágrimas por el rostro
cuando uno rebosa penas o alegría.
Qué estampa tan maravillosa,
cuando uno se encuentra
con esta magia
del nacer un nuevo día.
El ruiseñor lanza sus trinos,
la alondra alza su vuelo,
todo es alegría.
El heno embriaga con su perfume,
un ambiente dulce y denso,
los árboles clamorosos
sus hojas aplauden.
El eco denota algarabía,
mientras la brisa
leve acaricia
la piel sedosa,
sus cabellos se lanzan al viento,
mis celos me comen,
por la brisa te susurra al oído.
La sangre le hierve, es primavera es de día.
Pero para mí, cincelador, que diría,
lo maravilloso es lo interno,
lo que todos desearían.
Ese amor, esa dulzura, que con los años,
es más fuerte, más tierno cada día.
Es el mejor vino del majuelo vetusto,
es la miel en los labios
del panal soñador,
con un sabor y un aroma adulador.
Besos aterciopelados,
libando como abeja en celosía.
Acariciar esa piel sedosa,
¡qué bella estampa mientras viva!
Todos estos
momentos
el viejo olmo los guarda,
el centinela, calla por respeto,
y a la vez vela
los amores y desamores
mientras viva.
Ha sido testigo, juez y abogado,
una vez ha estado a nuestro lado,
otra vez te ha censurado.
Por él han pasado cientos de amores,
desamores que sólo él admitió.
Te ruego, calla.
Sólo muestra tus cicatrices,
que son
nuestras iniciales que nunca se olvidan,
y los amores tienen un algo,
que
en el corazón quedan las heridas
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