EL ESPEJO AZUL
Joven,
hermosa con una condena maldita,
rechaza
lo que la vida les da,
asume
la pena con gusto,
en
su agonía quiere,
rodeada
en su paraíso,
ver
lo que le dio la vida,
su
amor su compromiso,
y
todo sin verlo ni conocerlo,
dejarlo
todo por escrito.
En
su jaula mirando su espejo azul,
La
tierra era su vida,
El
cielo era su muerte,
Su
príncipe era su esclavitud,
Su
belleza cautiva de su enfermedad,
Su
corazón entregado, aquel que sin ver
Creía
en convencer famoso, rico, de otro país,
Siempre
soñando, sin problemas por doquier,
La
fama por el universo,
Siempre
le solía llover.
Un
día le llego una carta,
¿De
quién podía ser?
Carta
extensa limpia, clara, con contenido,
Que
al joven le hizo ver,
Le
abrió los ojos al mundo, pensar,
¿Quién
era esa mujer?
Recorrió
miles de kilómetros,
Cruzo
mares, se traslado aquella tierra,
Y
se encontró una tierra,
donde el trabajar y el vivir era un placer.
Se
bajó del pedestal y vio que el mundo,
Son
pequeñas cosas, detalles
Y sobretodo
libertad para hacer eso que te apetece
Y
te sabe el otro corresponder.
Qué
bonito que se encontraron,
Pero
uno ya no estaba, se había ido
¿y
ahora qué?
Apenado,
triste quiso rehacer su vida,
Pero
nada le llenaba,
Siempre
echaba de menos,
La
hermosa carta que guardaba,
¿Cómo
sería ella?
Momentos
inolvidables, amor hasta desfallecer.
La
opulencia le llovía por cualquier camino,
Y la
tenia grabado a fuego todo lo que pudo leer,
Que
nada le complacía, sino era con aquella mujer.
Cambio
hasta su propio nombre,
Cosa
que nada pudo ver,
Voló
a los cuatro vientos, tardes de gloria,
Pero
si el ¿Qué?
Su
mente deambulaba allá arriba,
El
cielo y en ese ¿Qué?
Así
se encontró la pareja,
En
ese paisaje idílico, bajo un rosal donde la lluvia,
Incesantemente
le regaba,
En
su epitafio se podía leer,
“Era
mi amor y lo esperaba
Y
aquí siempre lo esperaré,
Y
este rosal un día yo lo planté”
Y
aquella tarde otoñal,
Con
sus caprichosos colores,
El
rosal dos rosas brotaban,
El
espejo azul calmado,
La
paz en la tierra hablaba,
Cuando
dos amores se encuentran,
Se
abrazan y se amán,
La
tierra se funde en el cielo,
El
silencio con sus brazos lo agarra,
Solo
el viejo mar será juez,
Y
murmurando me dice lo que pasa.
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